La secuenciación del genoma humano constituyó un hito en la historia de las ciencias biológicas y sociales. El Proyecto Genoma Humano, desarrollado entre 1990 y 2003, permitió identificar la secuencia de aproximadamente tres mil millones de pares de bases del ADN humano, ofreciendo una referencia fundamental para el estudio de la evolución, la salud y la variación genética de la especie. A partir de este proyecto se abrieron nuevas posibilidades para examinar empíricamente cuestiones históricamente cargadas de implicaciones sociales y políticas, entre ellas la relación entre genética y raza.
Desde la década de 1970, diversos estudios ya habían señalado que la mayor parte de la diversidad genética humana se encuentra dentro de las poblaciones, y no entre grupos definidos racialmente. La genómica contemporánea ha confirmado estos resultados con mayor precisión, aunque también ha revelado la existencia de una estructura poblacional detectable a través de herramientas estadísticas. Esta combinación de continuidad genética y estructura poblacional ha sido interpretada de maneras diversas, algunas de ellas controvertidas.
En el plano público, obras que vinculan la genética con diferencias sociales y políticas entre poblaciones han reactivado debates sobre la pertinencia científica del concepto de raza. Frente a estas discusiones, resulta necesario presentar una revisión clara y rigurosa de la evidencia disponible, distinguendo entre los datos empíricos de la genética y las interpretaciones especulativas que exceden su alcance. Este artículo tiene como objetivo aportar a esa clarificación, desde un enfoque académico accesible y sustentado en la literatura científica.
El Proyecto Genoma Humano y la genética de poblaciones
El Proyecto Genoma Humano fue una iniciativa internacional orientada a secuenciar y mapear el genoma humano completo. Su culminación proporcionó una base de datos sin precedentes para estudiar la variación genética y la historia evolutiva de la especie humana. Posteriormente, mejoras en las técnicas de secuenciación permitieron completar regiones anteriormente inaccesibles del genoma, consolidando el conocimiento sobre su estructura total.
La genética de poblaciones utiliza estos datos para analizar la distribución de variantes genéticas entre individuos y grupos. A través del estudio de marcadores genéticos, como polimorfismos de nucleótido único y microsatélites, esta disciplina investiga patrones de similitud y diferencia asociados a procesos evolutivos como la migración, la deriva genética y la selección natural.
Distribución de la variación genética humana
Uno de los hallazgos más consistentes de la genética de poblaciones es que aproximadamente entre 80 y 90 % de la variación genética humana se encuentra dentro de las poblaciones locales, mientras que solo una proporción reducida corresponde a diferencias entre poblaciones geográficamente amplias. Este patrón fue documentado inicialmente por Richard Lewontin en 1972 y ha sido confirmado por numerosos estudios posteriores con datos genómicos de alta resolución.
Investigaciones basadas en métodos de agrupamiento estadístico han mostrado que, al analizar grandes conjuntos de datos genéticos, los individuos pueden agruparse de manera aproximada según su origen continental. Sin embargo, estos grupos no presentan límites claros y dependen en gran medida de decisiones metodológicas, como el número de clusters definidos por el investigador. En todos los casos, la variación entre estos grupos representa una fracción menor de la diversidad genética total.
Raza como construcción biológica y social
La antropología biológica contemporánea sostiene un consenso amplio: la raza no constituye una categoría biológica natural en la especie humana. Las diferencias genéticas se distribuyen de forma gradual y continua, sin rupturas que justifiquen la existencia de subespecies humanas. Desde esta perspectiva, la raza es entendida primarily como una construcción social e histórica, desarrollada en contextos de colonialismo y jerarquización social.
No obstante, algunos autores han argumentado que las agrupaciones genéticas continentales poseen relevancia biológica suficiente para justificar el uso del término “raza”. Estas interpretaciones han sido cuestionadas por una parte significativa de la comunidad científica, que señala que reconocer estructura poblacional no equivale a validar la existencia de razas discretas ni a establecer vínculos directos entre genética y comportamientos sociales complejos.
Categorías censales y etnicidad
En diversos países, particularmente en Estados Unidos, las categorías raciales utilizadas en censos y políticas públicas responden a criterios administrativos y políticos. Un ejemplo ilustrativo es la categoría “Hispanic or Latino”, definida como una etnicidad y no como una raza. Este tipo de clasificación refleja procesos históricos y sociales de racialización, más que diferencias genéticas homogéneas.
Desarrollo
Continuidad genética y estructura poblacional
La evidencia científica indica que todos los seres humanos comparten una proporción muy alta de su material genético. Las diferencias observadas responden, en gran medida, a adaptaciones locales y a la historia migratoria de las poblaciones. Desde esta perspectiva, la noción de continuidad genética resulta central para comprender la diversidad humana.
La identificación de clusters genéticos continentales no contradice esta continuidad, sino que la complementa. Dichos clusters reflejan patrones estadísticos útiles para ciertos análisis científicos, como el control de la estratificación en estudios biomédicos, pero no constituyen unidades biológicas rígidas ni jerárquicas. La confusión entre agrupamientos estadísticos y categorías raciales esencializadas ha sido una fuente recurrente de malinterpretación.
Revisión crítica de la tesis de Lewontin
La tesis de Lewontin, que señala la predominancia de la variación genética dentro de las poblaciones, ha sido objeto tanto de apoyo empírico como de críticas conceptuales. Si bien algunos autores destacan que pequeñas diferencias entre poblaciones pueden ser estadísticamente informativas, ello no invalida el argumento central: la división racial explica solo una parte limitada de la diversidad genética humana.
Estudios genómicos recientes confirman que la variación genética entre grupos continentales existe, pero es relativamente pequeña en comparación con la variación individual. Por tanto, cualquier análisis riguroso debe evitar tanto la negación absoluta de diferencias poblacionales como la exageración de su importancia biológica o social.
Genética, política y límites de la inferencia
La idea de vincular diferencias genéticas con características políticas o institucionales constituye uno de los puntos más controvertidos del debate contemporáneo. Desde un punto de vista metodológico, estos intentos enfrentan múltiples limitaciones: los rasgos sociales complejos dependen de innumerables factores históricos, culturales y económicos, y los efectos genéticos identificados sobre conductas individuales suelen ser pequeños y contextuales.
La comunidad científica ha señalado que extrapolar datos de genética de poblaciones a explicaciones de desigualdad social o desempeño institucional implica un riesgo significativo de simplificación excesiva y determinismo biológico. La historia del racismo científico demuestra la necesidad de un enfoque cauteloso y éticamente consciente al interpretar datos biológicos en contextos sociales.
Uso político y administrativo de la raza
Pese a sus limitaciones biológicas, las categorías raciales continúan siendo utilizadas en políticas públicas con fines específicos, como documentar desigualdades en salud, educación o representación política. Desde una perspectiva pragmática, estas categorías cumplen funciones importantes. Sin embargo, su uso debe ir acompañado de una explicación clara de su carácter social y no biológico, para evitar reforzar concepciones erróneas sobre la diversidad humana.
La investigación genómica contemporánea confirma que la especie humana presenta una continuidad biológica fundamental, incompatible con la idea de razas biológicas discretas. Aunque existen patrones de estructura genética asociados a la historia geográfica y demográfica de las poblaciones, estos no justifican concepciones esencialistas de la raza.
Los aportes de la genética de poblaciones han enriquecido el entendimiento de la diversidad humana, pero también han mostrado los límites de la biología para explicar fenómenos sociales y políticos complejos. Las interpretaciones que atribuyen a la genética un papel central en la estructura de las sociedades modernas carecen de respaldo empírico sólido y deben ser abordadas con cautela.
Finalmente, el uso de categorías raciales en el ámbito administrativo debe reconocerse como una herramienta sociopolítica más que como una representación de divisiones biológicas naturales. Integrar el conocimiento genético con enfoques sociológicos e históricos resulta indispensable para un debate informado y responsable sobre raza y diversidad humana.
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